“Asunto interno”... injerencia
externa
23 de febrero de 1983: Para
justificar la pasividad de Washington ante el intento de golpe en España la
misma noche del 23-F, el secretario de Estado Alexander Haig afirma que “se
trata de un asunto interno de España” y “es demasiado pronto para
pronunciarse”.
19 de Julio de 2015: Preguntado
sobre la posición de la Casa Blanca ante el separatismo catalán, el
subsecretario de Estado, Antony Blinken, afirma que “es una cuestión interna” y
“no vamos a pronunciarnos sobre este asunto”. “Asunto interno” es sinónimo de injerencia
externa cuando EEUU lo utiliza para referirse a la situación española.
Ante el “problema catalán”, Washington practica un peligroso doble
juego. Por un lado no está interesado en provocar la fragmentación de un “peón
fiable” como España. Pero por otro, permite los ataques a la unidad de Artur
Mas con el objetivo de degradar y debilitar al país, para imponernos las
draconianas exigencias de su proyecto de saqueo e intervención.
De Escocia a Cataluña
Salta a la vista el abismo entre la posición adoptada por
Washington ante el cuestionamiento de la unidad nacional en Reino Unido y en
España.
Con motivo del referéndum donde Escocia decidía entre el SI o el
NO a la independencia, la Casa Blanca entró en campaña con una posición
rotunda. El mismo presidente norteamericano, Barack Obama, hizo campaña por el
NO afirmando públicamente que “el Reino Unido es un socio extraordinario para los
EEUU y una fuerza para un mundo estable. Espero que permanezca fuerte, robusto
y unido”.
Pero la firmeza de Washington se transforma en sospechosa
ambigüedad cuando es la unidad de España la que se cuestiona.
En una reciente entrevista se le preguntó a Antony Blinken
-subsecretario de Estado y una de las figuras más influyentes en el gobierno de
Obama- si la defensa de la unidad en Reino Unido “vale también para España ante
el separatismo catalán”. La respuesta de Blinken fue maliciosamente calculada: “Esto
es realmente una cuestión interna sobre la que tienen que decidir los
españoles. No nos vamos a pronunciar sobre este asunto”.
No es la primera vez que dirigentes norteamericanos se pronuncian
en este mismo sentido. Bob Menéndez, el poderoso presidente de la Comisión de
Exteriores del Senado de EEUU, uno de los principales representantes del ala
dura de los republicanos, afirmó que la cuestión catalana “es una discusión
interna de España. No tengo una opinión formada”.
Y el embajador norteamericano en España, James Costos, fue más
explicito al declarar que “la política habitual de EEUU hacia Cataluña es que
se trata de un asunto interno de España. La embajada mira lo que está
ocurriendo. Mi posición es que las cosas cambian. Ya veremos lo que ocurre, y
si las cosas cambian habrá que adaptarse”.
¿Por qué el embajador norteamericano no cierra la puerta a la
posibilidad de fragmentación en España, como hizo tajantemente Washington en
Reino Unido, sino que la deja peligrosamente entreabierta?
Incluso La Vanguardia, portavoz de la gran burguesía catalana
contraria a la independencia, y poco inclinada no ya a contradecir sino incluso
a matizar las palabras que vienen de Washington, afirmó ante la tibia reacción
norteamericana al desafío de Mas: “la respuesta asusta, confunde”. Recordando
que “asunto interno” fue la expresión utilizada por Alexander Haig, el
secretario de Estado de Reagan para no mover un dedo la noche del 23-F.
En 1983, Washington se
reservó hasta el último momento -incluida la misma noche del 23-F- la carta de
un golpe militar para forzar la entrada inmediata de España en la OTAN. EEUU
estaba incluso dispuesto a sacrificar la naciente democracia para imponer sus
planes.
Ahora, aunque no contemple la
fragmentación de España, sí utiliza la amenaza de fragmentación como una carta
más para imponernos sus proyectos, que incluyen un nuevo salto en el saqueo a
la población y las riquezas nacionales y un aumento de su control e
intervención sobre el país.
Esta es la razón de la diferencia en la
posición norteamericana cuando se habla de Escocia o de Cataluña. Mientras que EEUU no acepta que se desestabilice a uno de
sus aliados preferentes, Reino Unido, si permite que se hurgue en la herida de
la unidad española para debilitarnos y degradarnos.
La carta en la manga de las
amenazas a la unidad
La fragmentación de España
no entra en los planes del hegemonismo norteamericano. No por ninguna posición
de principios en defensa de la unidad, sino por puro interés. España es un
“peón fiable”, la oligarquía española acepta lo sustancial del proyecto
hegemonista de saqueo y el mayor encuadramiento en los planes militares de la
superpotencia, y el dominio económico, político y militar norteamericano sobre
España no está puesto en cuestión.
Pero la carta de la
fragmentación ha sido utilizada muchas veces por EEUU como un instrumento de
dominio. Bien culminando la separación -como en el caso de la prefabricada
independencia de Panamá de Colombia, para hacerse con el control del Canal-,
bien manteniendo permanentemente abierta la herida de la amenaza de
fragmentación, como históricamente ha hecho el imperialismo en España.
El proyecto del hegemonismo
norteamericano para Cataluña es el mismo que para el resto de España: su
objetivo central es intensificar el saqueo contra el 90% de la población y la
apropiación y expolio de las principales fuentes de riqueza del país. Lo que
implica un incremento de la intervención y el control, y precisa elevar de
grado la degradación política del país.
Por eso Washington no cierra
la puerta, como hizo en Reino Unido, al avance de los ataques a la unidad, sino
que incluso los alienta con su silencio o su ambigüedad calculada. Aunque no
contemple la fragmentación de España, a EEUU si le interesa utilizar el “problema soberanista” para incrementar la
degradación política de España y rebajar nuestras defensas ante los nuevos
saltos de su proyecto de intervención y saqueo.
EEUU contempla la
integración plena de Puerto Rico como un nuevo Estado de la Unión, y Alemania
se recentraliza quitándole competencias a los landers para entregárselas al
gobierno central. Pero en los países dominados como España sí interesa que
avance el peligro de disgregación y que la unidad esté cuestionada o sea más
débil.
Degradación
y saqueo son dos patas de un mismo proyecto hegemonista. Sólo degradando
políticamente al país pueden acelerar el saqueo contra el 90% de la población y
el expolio de las riquezas nacionales. EEUU necesita intensificar la
degradación política de España con el objetivo de dar un nuevo salto en el
saqueo económico.
Este
es el papel que cumple el “desafío soberanista” de Artur Mas, y por eso
Washington no solo no lo finiquita sino que le ofrece cancha para avanzar. El
cuestionamiento abierto de la unidad por parte de Mas debilita a España y
degrada su posición en el mundo. Justo lo que necesitan EEUU o Alemania para
quebrar las posibles resistencias a los draconianos mandatos que pretenden
imponernos.
La
explosión del “desafío soberanista” encabezado por Artur Mas a partir de 2010
no fue producto de una “radicalización independentista” en la sociedad
catalana. Coincidió con la ejecución del proyecto de saqueo e intervención
impuesto desde Washington y Berlín. La degradación política de España, y su
consiguiente debilidad, impuesta por el proyecto hegemonista fue aprovechada
por los sectores de la burguesía burocrática catalana nucleados en torno a
Artur Mas para atacar la unidad. Ahora Artur Mas -principal ejecutor en
Cataluña de los recortes ordenados por el FMI o Merkel- hace un nuevo servicio
a Washington y Berlín agrandando la herida de la amenaza de disgregación.
Detrás
de los “asuntos internos” siempre hay “agentes externos”, las grandes potencias
interesadas en utilizarlos para aumentar su dominio sobre nosotros.