Una candidatura para unir al 90%
donde estén representados todos los sectores que
sufrimos los recortes y el saqueo impuestos por
el FMI y Berlín,
desde la base, pueblo a pueblo y ciudad a ciudad
con un programa que coja como centros:

- Redistribución de la riqueza
- Ampliación de la democracia
- Defensa de la soberanía nacional
- Unidad de todos los sectores afectados por la crisis

viernes, 9 de diciembre de 2016

Alternativas

Redistribuir la riqueza, una alternativa política para el país

O redistribución de la riqueza o un mayor empobrecimiento para la población. Son dos destinos antagónicos, dos modelos estratégicos de país totalmente excluyentes

Y avanzar en uno u otro camino va a decidir cómo vamos a vivir en los próximos 10 o 20 años. Pero también va a determinar el futuro inmediato de nuestros salarios, de la sanidad o la educación públicas, de la democracia y las libertades... Redistribuir la riqueza es poner los enormes recursos de los que dispone la economía española al servicio de los intereses del país y de las necesidades de las clases populares y el 90% de la población. Frente a que en la actualidad esos recursos sean utilizados y disfrutados por una minoría de bancos y monopolios, nacionales y extranjeros, para enriquecerse ellos a costa de saquear al pueblo y esquilmar al país

O empezamos a avanzar en un camino de Redistribución de la Riqueza, transfiriendo una parte de los recursos que se han apropiado bancos, monopolios, grandes fortunas y capital extranjero hacia la satisfacción de las demandas fundamentales de la población y a impulsar un desarrollo independiente de la economía nacional. O nuestro único destino es el de sufrir un empobrecimiento todavía mayor.
El origen de todos los males, y que los discursos dominantes ocultan, es dónde está la enorme riqueza que existe en España. De ella participamos cada vez menos las clases populares, a pesar de que somos los que la generamos. Y se apropian de ella, en una proporción creciente, los grandes bancos y monopolios españoles, las grandes fortunas oligárquicas, y sobre todo el gran capital extranjero.
Hay que poner fin a esta situación. No solo frenando o revirtiendo el saqueo que hemos sufrido en los últimos seis años, sino sobre todo Redistribuyendo la Riqueza, colocando esos enormes recursos de los que se ha apropiado una ínfima minoría al servicio de las necesidades del desarrollo del país y de la población.
De no hacerlo así, de no empezar a emprender ya el camino de una auténtica Redistribución de la Riqueza, el destino inevitable que nos espera es el de un mayor empobrecimiento para el 90% de la población, incrementando el abismo social.
La globalización del mercado mundial avanza a un ritmo imparable desde la caída del Muro de Berlín. Las economías que no sean capaces de ser competitivas en ese mercado globalizado están condenadas. El modelo de crecimiento de la economía española en las últimas décadas la han convertido en una economía especialmente poco competitiva. Cambiar ese modelo de crecimiento es de todo punto necesario para el progreso futuro del país y para una sustancial mejora de las condiciones de vida de la mayoría.
Es imprescindible acometer una amplia y extensa inversión en sectores estratégicos claves de la economía y en sectores industriales de avanzada tecnología y alto valor añadido. Es necesario un plan de conjunto de reindustrialización para la economía española que establezca y fije cuáles son los sectores estratégicos básicos y cuáles los sectores industriales dirigentes, qué necesidades de inversión, recursos humanos, desarrollo tecnológico propio, tipo de infraestructuras, etc. precisan. De dónde deben salir los recursos necesarios para su capitalización y desarrollo. En qué etapas y con qué objetivos deben abordarse. ¿Con quién debe competir España? No, desde luego con China, Corea o las economías emergentes del Tercer Mundo. Las insalvables diferencias en los costes de producción entre ellos y nosotros hacen imposible la competencia. Con quien se tiene que medir la economía española, con quien hay que competir es con las economías avanzadas, con Alemania, con Francia, con Japón, con Italia. Qué necesitamos para poder competir con ellos, hacia qué sectores hemos de dirigir la inversión productiva, a qué mercados debemos lanzarnos son otros tantos puntos que debe contemplar este plan de conjunto.
Una propuesta que, en su articulación se dirige a plantear las transformaciones fundamentales de contenido patriótico y democrático y de creación de riqueza y empleo que nuestro país y nuestro pueblo necesitan. Y que, por su naturaleza son ajenas y extrañas al capitalismo de tipo burocrático que tanto tiempo ha presidido la actuación de la izquierda en España y que sigue inspirando a las “nuevas” formaciones. No se trata de repartir la riqueza existente, sino de redistribuirla para generar nueva riqueza. Ni de repartir el empleo, sino de crear puestos de trabajo potenciando la inversión productiva. Tampoco está la solución en un mayor endeudamiento del Estado que se ha vuelto insostenible. Estos caminos han mostrado que en su desarrollo acaban repartiendo la miseria. 
Para crear riqueza y empleo es imprescindible movilizar ingentes recursos. ¿Y dónde están esos recursos? En la misma sociedad española, en la ingente cantidad de riqueza que concentra. Redistribuir la riqueza, ponerla al servicio de las clases populares y de creación de nueva riqueza, cambiando el modelo económico del país es la línea que sirve a los intereses de nuestro pueblo.
Construir una sociedad cuya riqueza esté al servicio de los intereses nacionales y las necesidades de la mayoría.
Todo este plan de conjunto tiene que estar presidido por un problema capital. Reconvertir la economía española y dotarla de una gran capacidad de creación de riqueza y empleo. Sí, pero ¿quién debe gestionarla? ¿Al servicio de qué y de quién debe estar? Es en este punto –el de la gestión de la riqueza producida– donde se concentra de forma especial el caracter revolucionario de esta línea: el cambio en la correlación de fuerzas entre el pueblo y sus enemigos. Sólo sobre esta base, con este cambio en la correlación de fuerzas expresado en la participación en la gestión de la riqueza de aquellos que la producen y puesta al servicio de los intereses del país y de las necesidades de la mayoría, tiene sentido todo lo anterior.

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